domingo, 25 de abril de 2010

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Cada vez me voy dando más cuenta de lo fácil que es dar un consejo y lo difícil que es poder aplicártelo a ti mismo. Cuando no se trata de ti las palabras, la solución a todo sale de la nada, es fácil, lo ves todo claro, está ahí ¿Cómo puede ser posible que la otra persona no la vea? Después llega tu turno, justo la misma situación en la que horas antes aconsejaste a otra persona y piensas: debería de hacer esto, lo sé, tengo que hacerlo, es justo lo que pensé, es la solución pero... no, no puedo, no puedo hacerlo, es muy difícil, no sé que hacer, necesito que alguien me ayude. Justo entonces llega alguien y te dice exactamente lo que ya sabes, lo mismo que tú ya habías dicho a la otra persona... pero ¿por qué no puedes hacerlo por ti mismo? ¿por qué cuesta tanto?
Es muy fácil decir las cosas cuando no tienes que hacerlas pero cuando tienes problemas te ciegas, no ves la salida y aunque seas capaz de verla, aunque sepas que está ahí, necesitas alguien que te la repita, que te acompañe.

Muchas gracias, es justo lo que necesitaba escribir.

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