lunes, 12 de octubre de 2009

Silencio

El silencio se rompe con el ruido de mis cascabeles. Esa tranquilidad que ambos intentamos mantener para no molestar se ve alterada por el tintineo de mi mano, pero no puedo evitarlo.
Necesito hablar con él, aunque sea para contar lo gilipollas que me sentía cuando me levanté y que probablemente siga sintiéndome cuando me vaya a la cama pero las palabras no salen. Podría ser vergüenza pero más bien creo que es por comodidad porque ambos estamos en silencio, apenas sin movernos para no molestar, demasiado respetuosos quizás.
Va pasando el tiempo y sigo dándole vueltas a lo mismo, al silencio incómodo que me hace pensar y me entran ganas de levantarme y ponerme a chillar porque no aguanto que no haya ruido. Si oigo ruido siento que estoy viva, el silencio me convierte en un vegetal pensante y conociéndome sé que no puedo estar más de 15 minutos pensando.
Las horas pasan y el único ruido perceptible es el del autobús y el de las botellas de agua al apretarlas, no soporto ese ruido aunque tampoco puedo evitar hacerlo cada vez que tengo una botella en la mano.
Hacemos una parada en Sevilla, me bajo para comer y al subir ¡oh! primeras palabras... el chico estaba en mi sitio y hace ademán de levantarse para dejarme pasar pero le digo que no hace falta, que puede quedarse ahí y me da las gracias amablemente. Las ganas de iniciar una conversación aumentan pero sigo callada. Una mujer se sienta delante y comienza a hablar con el anciano de al lado e incluso quiero meterme en la conversación pero no soy tan atrevida.
No voy a aguantar todo el camino sin cruzar palabra así que finalmente enciendo mi Ipod y al rato me quedo dormida.
Al fin se acabó el silencio.

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