lunes, 13 de octubre de 2014

Él y ella. Ella y él.

Ella camina por la calle, absorta en sus pensamientos y en la música que sale de sus auriculares.
Él va corriendo hacia el trabajo porque un día más llega tarde.
Ambos están en la misma ciudad, en la misma calle, en el mismo instante, pero nunca llegan a verse.
Sus brazos se rozan cuando él pasa corriendo al lado de ella. Ella ni siquiera nota el contacto de su piel con la de él. Sólo levanta la mirada al sentir el aire moverse a su alrededor. Él no se gira para ver si ella está bien.
Ambos siguen su camino, un día más, como si nada hubiera sucedido.
Y el tiempo pasa.
El tiempo siempre pasa.
Misma ciudad, misma calle, mismo instante.
Hoy ninguno corre, ambos pasean. Ella sigue con su música, él escuchando el sonido de la ciudad. Las farolas iluminan el camino, las risas de la noche los rodean.
La multitud los hace arrimarse, sus brazos vuelven a chocar, pero esta vez se miran. Ninguno puede apartar la mirada. Ella sonríe, él sonríe.
Siguen su camino, pero el azar no se ha quedado tranquilo.
Mismo bar, misma barra, mismo minuto.
Y sus brazos vuelven a chocar, esta vez llamando la atención del camarero. Y ellos se miran.

-Hola, soy Javi.
-Ana, encantada.

Misma casa, misma habitación, misma cama.
Y sus brazos rodean el cuerpo de ella. Ambos se miran y, realmente, se ven.