lunes, 22 de septiembre de 2014

Aferrarse

Ayer lo vi. Iba caminando por la acera contraria a la mía. Era imposible no saber que era él. Creo que reconocería su forma de andar aunque estuviéramos rodeados por millones de personas. En cierto modo es cómico verlo de espaldas, con ese cuerpo delgaducho que más que andar parece que se deslice sobre el suelo, las manos siempre en los bolsillos de los pantalones, que le caen por debajo del culo.
Menos mal que yo he vuelto a pasar desapercibida y él ni siquiera se ha percatado de que yo sigo existiendo en el mundo.
A veces echo de menos los momentos en los que paséabamos juntos por la calle y él se paraba a saludar a todo el mundo, haciendo gala de su mejor sonrisa, ensayada anteriormente para estas ocasiones. Nadie me prestaba atención, y él se limitaba a decir mi nombre, como si fuera el perro nuevo que se había comprado. En aquellas situaciones me enfadaba mucho, pero ahora añoro la forma en la que me agarraba la mano, apretándome los dedos, como dando a entender que él sabía que estaba ahí.

Pero no quiero que vuelva a verme nunca, no quiero que me mire a los ojos y pueda leerme tan bien como solía hacerlo. No quiero que sepa lo que pienso, ni quiero que se entere de que aún no he sido capaz de protegerme de sus miradas.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Un tiempo después

Paseas por mi memoria como ese fantasma que me persigue por casa. Eres una sombra, necesitas mi luz para seguir existiendo, pero yo no me apago.
Te aferras a cada uno de mis pensamientos, no quieres soltarte. Eres petróleo que se encuentra bajo la tierra, esperando a que yo cave y te encuentre.
No quiero que sigas aquí, no quiero que me habites, quiero volver a ser esa isla perdida. Volver a la inmensidad del océano.
El tiempo pasa, pero en mi cabeza se detiene.